Gobernantes soberbios y
autoritarios
Por Raúl Benoit
Sin
lugar a dudas, a través de las leyes y del uso malicioso de los vericuetos
legislativos, Ricardo Martinelli, presidente de Panamá, como otros aspirantes a
dictadorcitos de Latinoamérica, pareciera estar tejiendo la red para
atornillarse en el poder.
Raúl Benoit, columnista y periodistas para las cadenas y prensa en español de Los Estados Unidos |
No se trata
de enfermedades contagiosas, ni de complots, es simple y llanamente defectos
humanos: arrogancia, codicia y ambición por el poder.
Para lograrlo, deslumbran al pueblo
con charlatanerías, fingiendo ser mecenas, pero tienen un plan encubierto:
construir un país autocrático y repartir las riquezas del Estado entre
familiares y amigos cercanos.
Encabezan la lista los izquierdistas
Daniel Ortega en Nicaragua y Hugo Chávez en Venezuela. Entre los derechistas
pasó dejando una huella aciaga, y quiere regresar, Álvaro Uribe Vélez en
Colombia y ahora se destapa un personaje que demuestra su apetito voraz por el
poder en Panamá: Ricardo Martinelli.
Martinelli es un magnate que atrajo
al pueblo con una arenga cautivadora; la gente pensó, con ingenuidad, que como
era rico no abusaría, pero hoy día es visto como el segundo hombre más
peligroso para la democracia y la libertad en Centroamérica, después de
Ortega.
Martinelli nombró en puestos claves
del gobierno a personas cercanas a él y a veteranos trabajadores de sus
empresas.
Como alfiles escogió a 2 magistrados
de la corte suprema de justicia, incluyendo al presidente, Alejandro Moncada,
su ex secretario de seguridad, quien es visto por algunos como un personaje
siniestro, ferviente seguidor de Manuel Antonio Noriega en los tiempos
sangrientos de esa dictadura. A pesar de su pasado oscuro, lidera
proyectos nocivos para la democracia panameña, según los opositores con un
propósito evidente: la reelección de su jefe.
Pretenden resucitar lo que se conoce
como la "sala quinta", la cual, fue creada por la Asamblea de
Diputados en 1999, a finales del gobierno de Ernesto Pérez Balladares y
derogada, meses después, cuando asumió Mireya Moscoso. En noviembre de 1999 y
durante el año 2000, hubo varios intentos de revivir esa "sala
quinta", sin lograrlo.
Lo curioso es que 11 años más tarde,
en enero de 2011, la Corte Suprema de Justicia, declaró inconstitucional la ley
de Moscoso que derogó la "sala quinta".
¿Pero por qué tanta alharaca? Todo
este enredo jurídico-constitucional tiene un objetivo. Con la "sala
quinta", el presidente de la república tendría el poder de nominar a 3
magistrados que resuelven asuntos de la Constitución, dentro de los cuales está
la prohibición de la reelección consecutiva.
Sin lugar a dudas, a través de las
leyes y del uso malicioso de los vericuetos legislativos, Martinelli, como los
otros aspirantes a dictadorcitos de Latinoamérica, pareciera estar tejiendo la
red para atornillarse en el poder. Pero, según dicen, ha sido desenmascarado
por la oposición unida, alianza que no se veía desde Noriega.
Por otra parte, está el asunto de
las privatizaciones. Un proyecto de ley que Martinelli presentó a la Asamblea
Nacional, en el cual se propone vender las acciones del Estado en las empresas
mixtas, fue ampliamente rechazado, generando violencia cuando la gente salió a
las calles a protestar. Algunos se oponen porque es como vender parte de la
nación.
El gobierno, para calmar al pueblo,
suspendió sesiones extraordinarias, virtualmente retirando el plan y convocó a
“Concertación Nacional”, un foro de expertos de varios sectores del país.
Los que le temen a Martinelli creen
que volverá a arremeter con fuerza.
Dicen que es vengativo. Ha intimidado a los medios de comunicación que lo
denuncian, por ejemplo, le envió inspectores fiscales al diario La Prensa.
Además, el segundo periódico, “Panamá América”, fue comprado por gente cercana
a él y ahora es oficialista. Periodistas extranjeros fueron expulsados o se les
ha impedido entrar a Panamá.
Los que defienden a Martinelli,
dicen que hay intereses de otros grupos financieros y competidores y que se
trata de una campaña mediática para desprestigar su gobierno.
Los más duros críticos aseguran que
Martinelli no oculta ser ambicioso y desmedido.
Todos saben muy bien, incluyendo
Martinelli y sus secuaces, que Panamá es un botín (un país con excelente
crecimiento económico; el año pasado fue del 10%, el más alto de Latinoamérica)
y no lo quieren dejar escapar.
Los
panameños siempre han mostrado ser coherentes e inteligentes y no permitirán
que los buitres roben y socaven la institucionalidad y la democracia de la
nación.
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