domingo, 24 de junio de 2012


Gobernantes soberbios y autoritarios
Por Raúl Benoit

Sin lugar a dudas, a través de las leyes y del uso malicioso de los vericuetos legislativos, Ricardo Martinelli, presidente de Panamá, como otros aspirantes a dictadorcitos de Latinoamérica, pareciera estar tejiendo la red para atornillarse en el poder.

Raúl Benoit, columnista y periodistas para las cadenas y prensa en español de Los Estados Unidos

No se trata de enfermedades contagiosas, ni de complots, es simple y llanamente defectos humanos: arrogancia, codicia y ambición por el poder. 

Para lograrlo, deslumbran al pueblo con charlatanerías, fingiendo ser mecenas, pero tienen un plan encubierto: construir un país autocrático y repartir las riquezas del Estado entre familiares y amigos cercanos. 

Encabezan la lista los izquierdistas Daniel Ortega en Nicaragua y Hugo Chávez en Venezuela. Entre los derechistas pasó dejando una huella aciaga, y quiere regresar, Álvaro Uribe Vélez en Colombia y ahora se destapa un personaje que demuestra su apetito voraz por el poder en Panamá: Ricardo Martinelli. 

Martinelli es un magnate que atrajo al pueblo con una arenga cautivadora; la gente pensó, con ingenuidad, que como era rico no abusaría, pero hoy día es visto como el segundo hombre más peligroso para la democracia y la libertad en Centroamérica, después de Ortega. 

Martinelli nombró en puestos claves del gobierno a personas cercanas a él y a veteranos trabajadores de sus empresas. 

Como alfiles escogió a 2 magistrados de la corte suprema de justicia, incluyendo al presidente, Alejandro Moncada, su ex secretario de seguridad, quien es visto por algunos como un personaje siniestro, ferviente seguidor de Manuel Antonio Noriega en los tiempos sangrientos de esa dictadura. A pesar de su pasado oscuro, lidera proyectos nocivos para la democracia panameña, según los opositores con un propósito evidente: la reelección de su jefe. 

Pretenden resucitar lo que se conoce como la "sala quinta", la cual, fue creada por la Asamblea de Diputados en 1999, a finales del gobierno de Ernesto Pérez Balladares y derogada, meses después, cuando asumió Mireya Moscoso. En noviembre de 1999 y durante el año 2000, hubo varios intentos de revivir esa "sala quinta", sin lograrlo.

Lo curioso es que 11 años más tarde, en enero de 2011, la Corte Suprema de Justicia, declaró inconstitucional la ley de Moscoso que derogó la "sala quinta". 

¿Pero por qué tanta alharaca? Todo este enredo jurídico-constitucional tiene un objetivo. Con la "sala quinta", el presidente de la república tendría el poder de nominar a 3 magistrados que resuelven asuntos de la Constitución, dentro de los cuales está la prohibición de la reelección consecutiva. 

Sin lugar a dudas, a través de las leyes y del uso malicioso de los vericuetos legislativos, Martinelli, como los otros aspirantes a dictadorcitos de Latinoamérica, pareciera estar tejiendo la red para atornillarse en el poder. Pero, según dicen, ha sido desenmascarado por la oposición unida, alianza que no se veía desde Noriega. 

Por otra parte, está el asunto de las privatizaciones. Un proyecto de ley que Martinelli presentó a la Asamblea Nacional, en el cual se propone vender las acciones del Estado en las empresas mixtas, fue ampliamente rechazado, generando violencia cuando la gente salió a las calles a protestar. Algunos se oponen porque es como vender parte de la nación.

El gobierno, para calmar al pueblo, suspendió sesiones extraordinarias, virtualmente retirando el plan y convocó a “Concertación Nacional”, un foro de expertos de varios sectores del país. 

Los que le temen a Martinelli creen que volverá a arremeter con fuerza. Dicen que es vengativo. Ha intimidado a los medios de comunicación que lo denuncian, por ejemplo, le envió inspectores fiscales al diario La Prensa. Además, el segundo periódico, “Panamá América”, fue comprado por gente cercana a él y ahora es oficialista. Periodistas extranjeros fueron expulsados o se les ha impedido entrar a Panamá. 

Los que defienden a Martinelli, dicen que hay intereses de otros grupos financieros y competidores y que se trata de una campaña mediática para desprestigar su gobierno.

Los más duros críticos aseguran que Martinelli no oculta ser ambicioso y desmedido. 

Todos saben muy bien, incluyendo Martinelli y sus secuaces, que Panamá es un botín (un país con excelente crecimiento económico; el año pasado fue del 10%, el más alto de Latinoamérica) y no lo quieren dejar escapar.

Los panameños siempre han mostrado ser coherentes e inteligentes y no permitirán que los buitres roben y socaven la institucionalidad y la democracia de la nación.

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