Erick Simpson Aguilera
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Panamá afronta una crisis energética muy seria que amenaza con
provocar apagones a nivel nacional si las condiciones climatológicas
(sequía) no varían y las medidas de racionamiento no resultan
suficientes para paliar la crisis.
Por lo técnico y delicado del tema que nos ocupa, resulta difícil
escribir sobre el mismo, como quiera que, lo que precisamos en este
momento es solucionar los efectos adversos de la sequía que ha disparado
la crisis, de manera que podamos evitar los apagones con sus nefastas
repercusiones en la economía nacional, ergo, no es el mejor momento para
buscar culpables, ni mucho menos de cazar brujas para sacar ventaja
demagógicamente contra el gobierno de turno.
Sin embargo, como auditor que soy, no puedo realizar un análisis que
establezca la condición, efectos, y recomendaciones, de una temática en
particular, pasando por alto las causas y criterios concernientes a la
misma. De hecho, para buscar soluciones a cualquier problemática, es
preciso que detectemos y erradiquemos las causas que la ocasiona.
Dicho esto, entramos en materia.
Es justo reconocer que, las causas que han disparado la crisis
energética que sufre Panamá, no se han originado exclusivamente durante
el gobierno actual, y tampoco podemos culpar al mismo de la falta de
lluvias lo cual sería el colmo de la demagogia y rozaría en la
ridiculez.
No obstante, en materia de planificación en base a la demanda y
oferta de energía aunado a la variable del crecimiento económico que
experimenta el país desde hace una década – el cual dispara considerablemente la demanda-,
en planes de contingencia para hacerle frente a una crisis como la
actual mediante un sistema de respaldo que nos evite estar a expensas de
aspectos climatológicos adversos como las sequías, y en lo tocante al
enfoque de nuestra política energética, en mi humilde opinión que puede
estar errada por no disponer yo de todos los elementos de juicio, no ser
un técnico ni experto en la materia, ni poseer el patrimonio de la
verdad, considero que el gobierno de turno ha fallado, toda vez que, la
crisis actual se veía venir desde hace rato, y debieron por ende, tomar
las medidas pertinentes para evitar llegar al punto crítico en que nos
encontramos actualmente.
Así las cosas, resulta ser que, el Proyecto Chan II que realizaría la
empresa AES en Bocas del Toro y el cual generaría 213 megavatios fue
cancelado por la ASEP, y el proyecto de interconexión eléctrica entre
Colombia y Panamá que nos proveería de una línea de trasmisión de 300 MW
de capacidad, y se llevaría a cabo por la Sociedad Conjunta: Interconexión Eléctrica Colombia – Panamá (ICP),
fue cancelado por el Gobierno del Presidente Ricardo Martinelli
alegando falta de fondos y problemas ambientales para afrontar el mismo.
También argumentó el presidente que “Hay muchas pérdidas por tener
una mala línea de transmisión y hay una gran cantidad de inversión en
hidroeléctricas que se están construyendo o que ya han sido construidas”.
Desde afuera y sin ser reitero, un técnico ni experto en la materia,
se me ocurre que los mencionados proyectos nos hubieran resultado muy
útiles a futuro, dadas las carencias que hoy se hacen evidentes con la
crisis energética. Además, considero más estratégico, clave y rentable,
invertir 500 millones de dólares en un proyecto energético (Interconexión Colombia – Panamá)
que beneficiaría al país impactando positivamente a nuestra economía,
al evitar en parte, los temidos apagones que nos amenazan hoy en día,
que invertir 782 millones de dólares en la Cinta Costera III. En cuanto a
las grandes inversiones en hidroeléctricas de que habla el presidente,
sería bueno saber si las mismas son suficiente para suplir y rebasar la
demanda domestica, es decir, si estos contratos de concesiones están
enfocados al mercado de consumo interno como prioridad, o si los
particulares dueños de estas empresas pueden priorizar a su antojo,
exportando allende las fronteras si les resulta más rentable, la energía
obtenida de nuestros ríos.
Reitero, por no conocer todas las aristas, pormenores y elementos de
juicio respecto a un tema tan técnico como el que nos ocupa, puede ser
que tenga una percepción equivocada; no obstante, me da la impresión de
que alguien no está haciendo su trabajo o lo está realizando de manera
mediocre. Algo no me cuadra en todo este asunto, siendo que, se supone
que Panamá es uno de los países con mayor potencial hídrico del mundo (según la ANAM en el país existen unos 500 ríos, de los cuales, 350 están en la vertiente del Atlántico y 150 en el Pacífico), y aun así no resolvemos los temas energéticos y de suministro de agua potable.
Según Global Water Partnership “Se considera a Panamá uno de
los países del mundo con mayor recurso hídrico, más de 50.000 m3 per
cápita. De este potencial se utiliza para diferentes usos menos de un
1,1%”.
Según el informe presentado por el Comité Técnico Asesor para
Centroamérica de la Asociación Mundial del Agua (CATHALAC) titulado “Situación de los recursos hídricos en los países del istmo centroamericano“, Panamá es una de las naciones más ricas en recursos hídricos del mundo con unos 52.437 metros cúbicos per cápita.
De manera que, hay mucha tela que cortar en este tema tabú que parece velado en lo tocante a las causas de la crisis.
Así las cosas, se me ocurre desde mi empirismo e ignorancia preguntar
a los expertos en el tema, si resulta muy difícil actualizar el
inventario de nuestros recursos hídricos (ríos, lagos, y aguas subterráneas),
analizar la demanda actual y a unos 10 años versus nuestra capacidad
instalada y potencial hídrico por explotar, de manera que, podamos
establecer un plan energético nacional que tenga como norte garantizar
el consumo interno y no el lucro de particulares que explotan nuestros
ríos para exportar energía. Es importante que garanticemos la demanda
energética actual y futura mediante nuestros recursos hídricos internos,
y a través de líneas de respaldo como la que se proyectaba
interconectar desde Colombia, y fuentes alternas de energías limpias
renovables, de manera que, no nos veamos en puntos críticos que nos
obliguen a racionar la energía y apagar el país.
Sí, ya sé que, algunos especuladores se frotan las manos y tratarán
de pescar en río revuelto satanizando a nuestros pueblos originarios,
culpándolos de la crisis energética por oponerse a la explotación de sus
ríos, y tratarán de manipular los ánimos ciudadanos para que el pueblo
respalde por miedo a los anunciados apagones, una arrebatiña de
concesiones para apoderarse de nuestras riquezas hídricas. Por tanto, es
preciso que evitemos ser engañados y estafados, toda vez que,
requerimos planes serios que gestionen todos los ríos nacionales -no solo los comarcales-
de manera que, podamos determinar cuáles debemos mantener prístinos sin
explotación ni intervención humana, y cuáles debemos explotar
balanceada y sosteniblemente, para fines de consumo humano
(potabilizadoras), energéticos, y agrícolas, mediante un plan
estratégico enfocado al consumo interno, dirigido
por el Estado, y no por especuladores privados con ánimo de lucro y
deseos de exportar nuestra energía hidráulica para beneficio propio y en
detrimento del país.
Un país que se dice camina a pasos agigantados hacia el desarrollo,
que según algunos políticos demagogos es el Dubái de las Américas, no
puede darse el lujo de andar de crisis en crisis por la falta de
planificación, improvisación, visión cortoplacista, y mediocridad de
funcionarios que solo viven el día a día y no prevén a futuro, que
carecen de visón de Estado, y se mueven por el ánimo de lucro en
detrimento del bienestar nacional. Durante la actual administración
gubernamental, hemos sufrido crisis serias de agua (hasta tres meses seguidos sin agua en una de las mencionadas crisis), basura (se
le cambió el nombre y jurisdicción a la entidad y seguimos con la misma
mediocridad inundados de basura y sufriendo el humo toxico del
vertedero), transporte público (el calvario y martirio de los metro buses está fuera de control), energética (los
racionamientos y amenazas de apagones afectan nuestra imagen de país
serio, moderno, turístico, seguro y estable que goza de grado de
inversión, es bueno para vivir, cómodo para visitar, etcétera).
Es hora de mirar con luces largas; de superar el hábito de la
inmediatez; de erradicar la cultura bomberil que apaga fuegos en lugar
de evitarlos; de planificar; de gestionar nuestros recursos
adecuadamente; y de anticipar con planes de contingencia cualquier
eventualidad adversa que pudiéramos enfrentar. De modo que,
planificación en base a la demanda actual y futura versus los recursos
disponibles en el país y en el exterior (Colombia); planes de
contingencia y líneas de respaldo; diversificación de la matriz
energética explorando la posibilidad de incluir en la misma la
explotación de energías limpias renovables (eólica, solar, undimotriz, etc.), son conceptos claves que debemos aplicar.
En fin, ahora con la crisis ya en pleno apogeo, nos toca solucionar
los efectos inmediatos de la misma porque el daño está hecho y no hay de
otra, y planificar seriamente para no vernos en el futuro en una
situación de vulnerabilidad similar a la actual. Y se me ocurre que las
medidas para paliar la crisis no pasan por suspender las clases
afectando aún más a nuestros estudiantes que de por sí son víctimas de
un pésimo sistema educativo.
Saludos cordiales.
Erick Simpson Aguilera.
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