Israel próximo a una guerra con Irán
¿Estallará la guerra este año? Netanyahu tiene listos los planes para atacar las instalaciones nucleares de los ayatolás en primavera. Entretanto, el Mosad prosigue su lucha secreta en Irán
JAVIER VALENZUELA 05/02/2012
Bibi Netanyahu y Barak Obama |
A gente como Bibi Netanyahu, Moshe Yaalon y Ehud Barak hay que
tomarla en serio cuando dice que va a por alguien. Tienen el gatillo
fácil si piensan que la existencia misma de Israel está en peligro. Lo
que, a pesar de que ese Estado tenga uno de los mejores ejércitos y uno
de los mejores servicios de espionaje del mundo, y también unas cuantas
bombas nucleares, ocurre con frecuencia. Ahora el trío dirigente del
Gobierno israelí da a entender que atacará Irán
en algún momento de los próximos meses para frenar el programa nuclear
de los ayatolás, y, le guste o no, el resto del mundo debe incluir eso
en sus previsiones para este nuevo annus horribilis. Israel bien podría hacerlo; otra cosa es que ya haya decidido hacerlo.
Obama y los europeos aún le ofrecen a Teherán una vía de escape. Pero sus líderes tienen la cabeza muy dura
El espionaje israelí, a veces disfrazado de CIA, ha reclutado como sicarios a opositores extremistas iraníes
Esta guerra -la próxima guerra, como se la conoce en medios
políticos, militares y periodísticos- ha comenzado de hecho. Israel la
libra en dos terrenos en los que sobresale: la propaganda y el
espionaje. A rastras, Estados Unidos y la Unión Europea acaban de
alistarse al decidir bloquear los negocios con el banco central de Irán y
no comprar un solo barril de petróleo persa.
¿Iniciará Israel las
hostilidades militares en la primavera o verano próximos? No es
descartable por mucho que Obama intente impedirlo. Es incluso muy
probable.
Moshe Yaalon |
El de la próxima guerra no es un juego para almas
cándidas. ¿Cuáles son los hechos y cuáles los bulos? ¿Quién va de farol
y quién tiene una buena mano? ¿Es esto o aquello un globo sonda? Como
en una novela de John Le Carré, verdades, mentiras y todo lo que hay en
medio se suceden, se enredan, se reflejan, se hacen eco, y así van
deformándose y haciéndose inextricables.
Lo seguro es que los
gobernantes israelíes piensan que el programa nuclear iraní supone una
"amenaza existencial" para su país. Lo seguro es que la ansiedad crece
en buena parte de sus compatriotas. La República Islámica de Irán, que
jamás ha reconocido la existencia del Estado judío, y muy en particular
su actual presidente, Ahmadineyad, que repetidamente ha clamado por su
destrucción, no son nada tranquilizadores.
También es seguro que
Tsahal tiene listos los planes para un bombardeo aéreo de instalaciones
iraníes. Y que, entretanto, el Mosad zancadillea ese programa nuclear
con todos los medios a su alcance.
Con sabotaje de centros industriales, asesinatos de científicos
y uso del virus informático Stuxnet, la fase secreta de la guerra
contra Irán comenzó la pasada década, después de que los servicios de
inteligencia de Estados Unidos e Israel llegaran a la conclusión de que
Irán tenía una planta de enriquecimiento de uranio en Natanz, a unos 250
kilómetros al sur de Teherán. Ni unos ni otros creyeron al régimen de
los ayatolás cuando dijo que solo estaba interesado en el uso civil de
la energía nuclear.
Era una desconfianza sensata. El Irán
jomeinista tiene un montón de razones para querer hacerse con armas
nucleares. Empezando por su voluntad de ser una potencia regional
-voluntad enraizada tanto en el nacionalismo persa como en el islam
chií- y terminando por su temor a ser víctima de una agresión bélica
norteamericana y/o israelí, como ya lo fue en los años 1980 de una
guerra impuesta por el Irak de Sadam. Precisamente, los ejemplos
contrapuestos de Irak y de Corea del Norte le han llevado al
convencimiento de que solo la verdadera posesión de armas de destrucción
masiva puede librarle de un ataque exterior.
Por aquello de
mantener la moral de la tropa, el régimen iraní atribuyó al principio a
accidentes las explosiones que sacudían sus cuarteles y fábricas o
reventaban los Peugeot de sus científicos. Hasta que, recientemente,
admitió lo que todo el mundo sabía: esa epidemia, de la que era víctima
todo lo relacionado con el programa nuclear, no podía ser otra cosa que
el fruto de la acción de servicios de espionaje extranjeros.
Ehud Barak |
Por
su propia naturaleza, la guerra secreta es muy sucia. Y lo más sucio de
esta son los asesinatos de científicos iraníes. Han ido cayendo Ardeshir
Hosseinpour (2007), Masud Ali Mohammadi (2010), Majid Shahriari (2010),
Dariush Rezaeinejad (julio de 2011) y Mostafa Ahmadi-Roshan (enero de
2012). El hoy director de la agencia atómica iraní, Fereydun
Abbasi-Davani, fue gravemente herido en noviembre de 2010. Y el general
Hassan Moghadam pereció en noviembre de 2011, en la explosión de un
cuartel de los Guardias Revolucionarios.
El modus operandi
en los asesinatos de la mayoría de científicos ha sido el siguiente:
unos motociclistas se acercan al coche de su objetivo, le adosan una
bomba magnética, aceleran para alejarse y no tarda en producirse una
explosión. En el mismísimo Teherán.
Estados Unidos ha negado con
vehemencia estar detrás de estas acciones. Su desmentido parece creíble y
la práctica totalidad de los expertos las atribuye al Mosad. Como los
agentes israelíes de la unidad Cesarea, la especializada en sabotaje y
asesinato, no pueden actuar en Irán -ni aun disfrazándose de europeos,
como sí hicieron en Dubai en 2011-, el Mosad ha reclutado a opositores
extremistas iraníes de etnia kurda, religión suní (grupo Jundallah) o
ideología ultraizquierdista (Muyahidin Jalq).
En ocasiones, el espionaje israelí ha utilizado para esta guerra sucia lo que en el mundo de los servicios secretos se llama false flag, falsa bandera. El pasado mes, la revista Foreing Policy informó de que agentes del Mosad se hicieron pasar por funcionarios de la CIA
para reclutar como sicarios a terroristas del grupo Jundallah. Mark
Perry, el autor de la información, contaba que esta operación se llevó a
cabo a espaldas de la CIA y la Casa Blanca, que, cuando la
descubrieron, aullaron de indignación.
Tamir Pardo, el nuevo jefe
del Mosad, dirige ahora los actos de sabotaje y asesinato contra el
programa nuclear iraní. Pero esta guerra secreta la había diseñado e
iniciado su predecesor, Meir Dagan. A comienzos de 2011, el legendario spymaster
Dagan fue cesado precisamente por su oposición a un ataque bélico
contra Irán. Ya entonces, los gobernantes israelíes creían que la guerra
secreta que llevaba a cabo el Mosad era necesaria, pero no suficiente. Y
comenzaban a planear tanto una operación militar aérea contra
instalaciones iraníes como la respuesta a las previsibles represalias.
Estos
preparativos se han acelerado desde que, el pasado noviembre, la
Agencia Internacional de la Energía Atómica certificó que el programa
nuclear iraní tiene fines militares. Al Gobierno israelí le inquieta
particularmente la nueva planta de enriquecimiento de uranio de Fordo,
cerca de la ciudad sagrada chií de Qom, un auténtico búnker subterráneo
excavado en una montaña y protegida por una fuerte defensa antiaérea. Ha
llegado al convencimiento de que, dentro de un año, ya nada ni nadie
podrá impedir que Irán se dote del arma nuclear.
En esta y otras
materias de seguridad, Israel tiene suficientemente probado que no se
anda con chiquitas. En 1981 sus cazabombarderos F-16 lanzaron un ataque
sorpresa contra el reactor nuclear de Osirak, en el Irak de Sadam, y lo
inutilizaron por completo. En 2007, esta vez con cazabombarderos F-15I
Raam, volvió a actuar de esta guisa contra un reactor sirio en una zona
desértica al oeste de Damasco.
Ahora bien, ¿tiene Israel recursos
militares suficientes para repetir las jugadas de Irak y Siria en el
actual Irán? En un reportaje muy documentado, el semanario
norteamericano Time acaba de responder negativamente a esa
pregunta: Israel no está en condiciones de infligir un daño irreparable
al programa nuclear iraní.
Para empezar, el régimen iraní ha
repartido ese programa entre numerosas instalaciones dispersadas a lo
largo y ancho de ese amplio país (Irán, habitado por 80 millones de
personas, tiene una extensión tres veces superior a España). Y las más
importantes, las que albergan las centrifugadoras que enriquecen el
uranio, están construidas bajo tierra, a profundidades que las hacen
casi invulnerables.
Y luego están las limitaciones de la aviación
israelí. Cuenta con F-15I Raam capaces de volar 2.500 kilómetros sin
repostar, una autonomía suficiente para llegar a Irán (entre Tel Aviv y
Teherán hay 1.600 kilómetros). Y con F-161 de escolta. Amén de una flota
de aviones no tripulados (drones) aptos para bombardeos de
precisión. Sus satélites y aviones no tendrían excesivos problemas tanto
para guiar a los suyos como para perturbar los radares, las
telecomunicaciones y los ordenadores de los iraníes.
El problema estriba, como señala Time,
en que resulta difícil imaginar que esas unidades pueden estar yendo y
viniendo días y días, semanas y semanas, teniendo que repostar una y
otra vez en el aire a muchos de sus aparatos. Y, según los
especialistas, esto, una campaña muy prolongada, es lo que sería
necesario para demoler seriamente el programa iraní.
Así que
Israel podría lanzar un ataque aéreo puntual que dañara unas cuantas
instalaciones. El programa nuclear iraní sufriría así un retraso de
algunos meses, quizá un año, pero no más, según fuentes norteamericanas.
De dos o tres años, según las fuentes israelíes más optimistas.
Solo
Estados Unidos podría causarle un daño más serio, pero a costa de
emplear durante largo tiempo todo su potencial de bombardeo con misiles y
desde aviones. Y aun así, los expertos creen que tampoco conseguiría
cerrar el caso definitivamente. Quedaría, pues, el recurso a la invasión
terrestre, a la guerra total, algo inalcanzable para Israel e
impensable hoy para Estados Unidos.
¿Y cómo reaccionaría Irán a un
ataque aéreo israelí? Nadie discute que ese ataque daría oxígeno
político al régimen de los ayatolás, que se encuentra en el punto más
bajo de su legitimidad doméstica y su influencia regional. Les
permitiría presentarse como víctimas de una agresión. En el interior
apelarían tanto al sentimiento nacional persa como al islámico para
movilizar a su población. En el exterior podrían revigorizar su
prestigio entre sectores antiimperialistas del mundo árabe y musulmán,
muy alicaído hoy por la democrática primavera árabe y la agonía del régimen sirio de los Asad.
Militarmente,
Irán podría responder disparando misiles de largo alcance Shahab-3
contra Israel, pero es difícil prever cuál sería su alcance e impacto.
Al Gobierno israelí le preocupan más los ataques que podrían lanzar esos
vecinos suyos y aliados de Irán que son el grupo libanés Hezbolá y el
palestino Hamás. La Siria de los Asad también podría sumarse a la pelea,
encontrando así una salida "patriótica" a sus apuros domésticos.
Esto
es, no sería descartable una guerra total en Oriente Próximo. Como
tampoco una campaña de acciones terroristas en el resto del mundo contra
objetivos israelíes y judíos. Por no hablar de un intento de cierre del
estrecho de Ormuz por parte de Irán con la subsiguiente crisis
petrolera planetaria. Asimismo Irán podría sabotear refinerías y
oleoductos en territorio saudí.
¿Vale la pena? No para el resto
del mundo; en cuanto a Israel, es lo que evalúan en estos momentos tres
personas: el primer ministro Netanyahu, el viceprimer ministro Yaalon y
el ministro de Defensa Barak. Calificados de "halcones" por el semanario
británico The Economist, los tres están convencidos de que un
Irán nuclear supondría una "amenaza existencial" para Israel. Así que se
inclinan a pensar que vale la pena.
El 25 de enero, el periodista israelí Ronen Bergman publicó en el suplemento semanal de The New York Times un reportaje (Will Israel attack Iran?)
que no ha cesado desde entonces de analizarse del derecho y del revés
por todos los que siguen este asunto. Bergman lo concluía así: "Tras
hablar con muchos líderes políticos y jefes militares y de los servicios
de inteligencia, he llegado a la conclusión de que Israel atacará Irán
en 2012".
Bergman es un veterano analista y reportero del diario israelí Yedioth Ahronoth,
alguien muy bien conectado y fiable. Nadie pone en duda los hechos que
cuenta en su reportaje, ni tampoco las declaraciones de políticos,
militares y espías israelíes que recoge. Pero ¿y si, en este juego de
espejos deformantes que es la próxima guerra, alguien le hubiera
hablado al periodista como lo hizo con la intención de que transmitiera a
Estados Unidos y a Europa la idea de que, como no endurezcan más su
actitud, Israel atacará en solitario sean cuales sean las consecuencias
para todos?
Así, como un globo sonda para meter más presión, lo ha interpretado el diario israelí Haaretz.
Y también el especialista estadounidense Jeffrey Goldberg, que ha
contado que las mismas fuentes israelíes ya le dijeron a él que el
ataque se produciría en el verano de 2011. Goldberg cree que los
gobernantes israelíes repiten la jugada para que Occidente apriete aún
más las clavijas a los ayatolás. El propio Bergman, en declaraciones a The New York Times
del 30 de enero, admite que él no puede meterse en la cabeza de la
gente a la que entrevista y descubrir las razones por las que dice esto o
aquello. "Puede ser", dice, "que estemos ante aquello de 'agárrame, que
le pego'. Puede que Israel esté enviando un mensaje de este tipo a
Estados Unidos y Europa: hagan algo con Irán, porque si no, lo haremos
nosotros".
Y es que tampoco en el establishment israelí hay
total unanimidad sobre la rentabilidad de un ataque aéreo unilateral
contra Irán. Hay voces discrepantes, y no, precisamente, de pacifistas.
Entre otros, Meir Dagan, exjefe del Mosad; Gabi Ashkenazi, exjefe de la
Junta de Estado Mayor, y Rafi Eitan, un veterano oficial del Mosad,
creen que la amenaza de Irán no es ni tan inminente ni tan
"existencial", y que una acción militar preventiva israelí sería
catastrófica. No detendría el programa nuclear de los ayatolás y le
supondría a Israel un serio aislamiento internacional y feroces
represalias.
Cuando fue destituido en enero de 2011, el spymaster
Dagan reunió a un grupo de periodistas y, según cuenta Bergman, les
dijo: "La idea de que es posible detener el proyecto nuclear iraní con
un ataque militar es incorrecta; tan solo es posible provocar un retraso
temporal". Eitan es de esa opinión: el único modo serio y definitivo de
lidiar con este asunto es "un cambio de régimen" en Teherán, algo a lo
que contribuiría muy poco, más bien al contrario, el ataque israelí.
En un artículo publicado el 23 de enero en el diario beirutí Daily Star,
el exagente de la CIA Bruce Riedel, especialista en Oriente Próximo,
cree que el Gobierno israelí exagera. Es, al parecer, la opinión
mayoritaria en el espionaje estadounidense. Obama, según fuentes
norteamericanas, tiene sobre la mesa del Despacho Oval informes que
dicen: 1. Irán, aunque continúe enriqueciendo uranio, aún no ha dado los pasos técnicos necesarios para construir un arma nuclear. 2. Aunque empezara a darlos, necesitaría más de un año para construir tal arma. 3.
Un ataque aéreo no destruiría su programa nuclear: en cambio, podría
decidir a los ayatolás a construir un arma nuclear lo antes posible.
A Obama no le gusta en absoluto la próxima guerra,
intuye que será tan desastrosa o más que la de Irak. A mediados de
enero, telefoneó a Netanyahu para advertirle de que no debe atacar a
Irán por su cuenta y riesgo. Y con ese mensaje envió a Israel, días
después, al jefe del Estado Mayor norteamericano, el general Martin
Dempsey.
Pero Netanyahu y los suyos no ocultan su disposición a
actuar por sorpresa y sin solicitar permiso. Saben que la mayoría
proisraelí de Estados Unidos terminaría aplaudiendo. Y el que Obama
quedara desautorizado no les desagrada. Netanyahu ya le humilló al
desoír sus llamamientos para el cese de la construcción de colonias
judías en Jerusalén oriental y Cisjordania y al conseguir por ello una
ovación en el mismísimo Capitolio de Washington.
A Europa esta
guerra no le puede venir en peor momento. Tomándose muy en serio a
Israel, acaba de tomar una decisión importante para intentar abortarla:
el embargo del petróleo iraní. Lo ha dicho Alain Juppé, ministro francés
de Exteriores: "Para evitar una acción militar irreparable, tenemos que
endurecer las sanciones". Norteamericanos y europeos trabajan para que
otros clientes del petróleo iraní como Japón y Corea del Sur se sumen al
embargo. Como alternativa, Arabia Saudí se ofrece a aumentar sus
exportaciones.
Las sanciones económicas están dañando a Irán: su
economía está atascada mientras se disparan la inflación y el desempleo.
De modo que Estados Unidos y la Unión Europea aún trabajan con la
hipótesis de dejarle una vía de escape a los ayatolás: el cese del
enriquecimiento de uranio y la aceptación de severas inspecciones
internacionales. Pero los ayatolás tienen la cabeza dura, muy dura. El
choque frontal de trenes es altamente probable. -
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