domingo, 22 de abril de 2012

ESCÁNDALO DE SOBORNOS AL PRESIDENTE MARTINELLI
 
Woodcock, un ‘Garzón’ detrás del caso Lavitola
 
NICANOR ALVARADO DIXON
Llevó a prisión al hijo del último rey de Italia, a políticos y a celebridades. Ahora está detrás de los negocios de Valter Lavitola y los del gobierno Martinelli. ‘Es un volcán islandés’, dicen los medios
 
Woodcock, un ‘Garzón’ detrás del caso Lavitola
EXPEDIENTES. Henry Woodcock nació en Taunton, una ciudad al suroeste de Inglaterra. En Italia, estuvo a cargo de causas resonantes como el ‘VIP Gates’ y el ‘Somalia Gates’. Llevó al hijo del último rey de Italia a la cárcel por corrupción y por contratar prostitutas para un casino. Foto: Cortesía

Henry John Woodcock socava al gobierno de Ricardo Martinelli e intenta escarbar en un canal probablemente más profundo que el que Panamá lleva en sus hombros desde hace doce años. Y lo hace casi a control remoto: desde Nápoles, Italia, apuesta a desgranar el escándalo por los contratos de Finmeccanica, los de Valter Lavitola y los supuestos sobornos a altas figuras de la administración panameña ‘del cambio’, incluyendo a su cabeza, el propio mandatario.

Woodcock es uno de los dos jueces de instrucción napolitanos que le sigue la pista a los negocios de Lavitola en Europa y occidente, y al caso ‘Panamá’. O ‘Martinelli’. Lo hace con precisión y astucia. Y golpea fuerte: de hecho, medios de comunicación italianos lo han considerado ‘el Garzón’ italiano.

Es que ese fiscal es así: afina su nariz y prepara su oído. Intercepta una llamada telefónica o varias. Descubre y clasifica entramados. Afina su nariz de nuevo y va tras el personaje involucrado. Lo captura y muchas de las veces consigue que lo lleven a prisión. Así, remece siempre a la prensa de su país.

Por eso en Italia comparan su agudeza en investigaciones con la de Baltasar Garzón, el magistrado español que en 2001 solicitó al Consejo de Europa levantar el fuero al exprimer ministro Silvio Berlusconi.

Además, Garzón ordenó capturar al exdictador chileno Augusto Pinochet por torturar y asesinar a españoles en ese país, así como ha intentado impulsar una investigación internacional contra el exsecretario de Estado de Estados Unidos Henry Kissinger, por supuesta colaboración en la instauración de los regímenes dictatoriales en América Latina en los años 70.

LOS EXPEDIENTES

Woodcook es la antítesis de lo que en Panamá se ha denunciado hasta el cansancio de las autoridades judiciales: ganó fama por llevar al estrado a políticos, sin importar la bandera o las conexiones, y vaya a saber de cuánta influencia social y económica.

Tampoco repara en el estruendo que puedan causar sus averiguaciones. Ese fiscal lanza sus redes al mar y las trae a tierra llenas, por supuesto (considerando los resultados que su pericia siempre dejan).

De ellas han salido el ‘VIP Gate’, un escándalo que salpicó en 2003 a dos ministros italianos, celebridades, periodistas, funcionarios de los ministerios y municipios por corrupción y fraude. Los dejó detenidos.

Luego, en 2004, tuvo entre sus manos el ‘Somalia Gate’, que dio con el arresto de una veintena de figuras y que tocó al gobierno somalí, por una red que cometía fraudes contra contratistas en todo Italia.

A Woodcock lo consideran el fiscal ‘con el poder de las investigaciones sensacionales’.

Vittorio Manuele, el expríncipe heredero de Italia e hijo del último rey de ese país, cayó en sus indagaciones. En 2006 consiguió que quedara preso por corrupción, falsificación y por contratar prostitutas para un casino de Campione, una localidad italiana enclavada en Suiza, y a la que se conoce como un paraíso fiscal.

Además, apenas llegó trasladado a Nápoles llevó a Salvatore Sottile, el portavoz del excanciller italiano Gianfranco Fini (2004- 2006), a prisión por malversación de fondos.

CARA A CARA CON VALTER

Ahora Woodcock parece una amenaza al sonriente status quo de Valter Lavitola, el exconsejero de Silvio Berlusconi.

Con el caso Lavitola-Martinelli entre manos, el diario Il Giornale lo ha retratado como un volcán islandés en plena erupción. De esos que arropa de cenizas a todo lo que vea en su horizonte y que sea arropable.

Woodcock señala al presidente de Panamá y a varios de sus fieles con el dedo, el mismo que lo lleva a pensar que recibieron sobornos por dar en concesión un sistema de cárceles modulares a la compañía Svemark, de Mauro Velocci.

Aunque el negocio no cuajó, el gobierno de Panamá le dejó ver a Velocci el 23 de julio de 2011 que sólo era algo de momento. Algo de mera priorización.

Pero eso no parece convencer mucho al fiscal. Parece oler algo más, pestilente tal vez. Es duro y su cara lo revela. Medio desaliñado, de pelo castaño y de pronunciadas entradas. Sus rasgos cuarentañeros (en cinco años cumplirá 50 años) matizan sus garras profesionales.

En Poggioreale, la prisión donde se encuentra Lavitola desde el lunes, no ha perdido ni un segundo. Tuvo un careo con el exfiel del I’ll Cavaliere por cinco horas, desde la una de la tarde hasta casi las seis. Cuando no pudo más le dio turno a los fiscales de Bari (una localidad al sur de Italia), para que exprimieran del también periodista todo lo que podían sobre las fiestas de Berlusconi y las chicas a las que llevaba. Y que, según WikiLeaks, no lo dejaban descansar de tanto amor y placer.

Woodcock hurgó en los negocios que tenía el L’Avanti!, el diario que dirigía, y el gobierno del exprimer ministro italiano y en sus sospechas de que Martinelli, también de nacionalidad italiana, habría recibido sobornos en dinero (esto en un supuesto maletín) y bienes materiales.

SOSPECHAS DE PIE

Aunque Lavitola le aseguró que dio al gobierno de Panamá 600 mil dólares para ‘transacciones comerciales lícitas’, y le entregó documentos con los que busca demostrar su versión, medios italianos han reportado que no lo ha tomado tan a la ligera: los estudia con calma para no conseguir caer en una eventual estrategia.

Es que de Valter no han dicho nada bueno. Medios europeos lo han descrito como un rufián.

Además, el excanciller italiano Franco Frattini declaró bajo juramento ante la Fiscalía de Nápoles que Lavitola —integrante del Partido Socialista y de la logia masónica Areté, de Roma— era un ‘entrometido’ que no formaba parte de la delegación oficial que llegó a Panamá.

Pero aquí, en el seno del gobierno dirigido por Cambio Democrático, sostienen lo contrario: Lavitola era el encargado de Berlusconi para las relaciones con Panamá.

Hablaba en nombre suyo, recibía comitivas presidenciales y conseguía paso expedito con secretarías presidenciales privadas. Todo eso también ocurrió con el Palacio de Las Garzas.

El ‘mastín casi irreductible’, como llaman en los círculos judiciales italianos a Henry John Woodcock, volverá a ver esta semana a Lavitola. Le cuestionará sobre el caso Finmeccanica, el otro escándalo que carga sobre sus hombros, y del que el gobierno de Panamá no escapa.

Woodcock deberá averiguar la existencia de una supuesta caja negra donde iban a dar sobrecostos para pagar sobornos.

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