lunes, 29 de octubre de 2012

Colón muestra sus heridas

Mientras en la Asamblea se derogaba la Ley 72, los colonenses comenzaron a denunciar los atropellos de los que fueron víctimas durante las protestas.
Ana Teresa Benjamín
 

Marina Vélez quedó en medio de un tiroteo y recibió un balazo en la mano derecha. LA PRENSA/ Bienvenido Velasco

Con todo y lo aterrada que estaba, Farayany White recuerda cómo se le fueron cayendo los dientes.
 
Recuerda el ruido seco de los disparos, la boca destrozada de la vecina y el rozón que, segundos después, le quemó la mejilla derecha.
 
Cuenta ahora, todavía sin poder modular bien, cómo ambas corrieron escaleras abajo y les pidieron de forma desesperada a los policías –esos que les habían disparado–, que por favor las llevaran al hospital.
 
“Nada que nos quisieron llevar...”, dice ahora en la sala diminuta de su cuarto. “Como no nos querían llevar seguimos corriendo, qué más nos quedaba, porque queríamos llegar al [hospital] Amador Guerrero”, agrega.
 
Fue entonces que atinó a recoger los dientes que se le caían. Tres, para ser exactos. Luego “un pelao nos montó en su carro y nos llevó”.
 
El sábado 27 de octubre su suegra llevó los tres dientes desprendidos en una bolsita blanca a la iglesia San José, y allí se los entregó a un abogado de Human Rights Everywhere (HREV), organización que desde el principio de las protestas en la provincia de Colón está recogiendo informes sobre los muertos, heridos, y violaciones a los derechos humanos perpetrados por las fuerzas de seguridad del país.
 
Números en proceso
 
José González, de HREV, dice que hasta ahora han recogido unos 70 testimonios de personas perjudicadas.
 
Los primeros llegaron a cuentagotas, pero desde el viernes 26 de octubre más y más personas están relatando lo que les pasó.
 
“Donde más maltratos se dieron [por parte de uniformados] fue en el área de la carretera: Sabanitas, Cativá, La Feria, Villa del Caribe y en las calles 10 y 16 del casco viejo de Colón”, detalla González.
 
¿Qué tipo de maltratos? Heridas por uso excesivo de la fuerza, allanamientos forzosos, detenciones arbitrarias, heridos de bala y hasta violación de correspondencia.
 
A Rogelio Mojica, por ejemplo, lo agarraron en su cuarto el viernes 19 de octubre. Los policías andaban buscando a quienes habían robado, entraron al antiguo edificio Lara y comenzaron a zarandearle la puerta.
 
“Yo les grité desde adentro ¡con calma, con calma, comando, que aquí nada más estoy yo! Pero patearon la puerta para esposarme, y como yo no me dejaba, me entraron a golpes”, relata.
 
Lo dejaron salir el sábado a las 3:00 de la madrugada, sin poder comprobarle nada. Le exigieron, sin embargo, el pago de 15 dólares por su libertad. Como lo habían sorprendido en el cuarto se lo habían llevado sin zapatos, y descalzo caminó Mojica desde el cuartel de policía hasta su casa.
 
Marina Vélez*, por su parte, cuenta que estaba en la casa de su hermana, en calle 12, cuando decidió salir a comprar unos pañales desechables. Estaba ya de regreso “cuando vi que venían los guardias corriendo doblando por la esquina. Yo les grité ¡hey, aguanten!, mientras cerraba la rejilla, pero ellos doblaron la esquina disparando porque pensaban que alguien les iba a soltar bala”.
 
Una de las balas terminó en la mano derecha de Marina y un policía le gritó, al verla herida: “¡Ve pa dentro, ch...! ¡Nadie te mandó a andar de vidajena!”.
 
Del puro susto, Marina comenzó a andarse la mano hasta sacarse el proyectil y así, con la bala en la mano sana, se fue hasta el hospital con su hermana.
 
Datos de urgencia
 
El hospital Amador Guerrero está a unos pasos del mar, que el sábado pasado tenía un color turquesa.
 
El Amador Guerrero es un nosocomio de segundo nivel –es decir, no maneja casos demasiado complejos–, pero además ha perdido casi todas sus persianas, por lo que las ventanas parecen mujeres desnudas.
 
En la sala de Urgencias hay varios niños recibiendo inhaloterapia y una bebé se resiste. La hermana mayor, de unos cuatro años, quiere “incentivarla” y la asusta: “¡Ahí vienen, viene la guardia!”, le dice.
 
Y luego intenta ponerla contenta y le canta, al son de sus aplausos: “¿Quién parió a Chello Gálvez? ¡Una puercaaa! ¿Quién parió a Martinelli? ¡Otra puercaaa!”.
 
La bebé está respirando el medicamento y su hermana se ríe y corre por un pasillo, repitiendo: “¡Ahí vienen! ¡Viene la guardia!”.
 
Mariano López es el director del Cuarto de Urgencias y da sin problemas el reporte: desde el viernes 19 de octubre hasta el viernes 26 de octubre se atendieron 48 personas: 33 heridas por arma de fuego y 15 por perdigones.
 
Cinco de estas personas todavía están hospitalizadas y otras seis fueron referidas a Panamá: cuatro al hospital Santo Tomás, uno al Hospital del Niño y otro más al hospital de Especialidades Pediátricas de la Caja de Seguro Social.
 
De los conflictos surgidos por la aprobación de la Ley 72 quedaron tres personas muertas: el niño José Bethancourt, el joven Jim Dixon Andreve y la señora Yamileth Navarro.
*Nombre ficticio por solicitud de la entrevistada.

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