miércoles, 24 de abril de 2013

Luces y sombras de la Bienal del Sur de Panamá
 
Edgar Enrique Figueroa
 
Primero fue el ‘descubrimiento del Mar del Sur’ como marco. Luego la renuncia de los curadores y la deportación de un artista chileno. El evento cosechó todas las críticas de referentes locales


La Bienal del Sur 2013 prometía mucho y entusiasmaba más. Un evento en el patio con 160 artistas de fama mundial, 17 escenarios y un mes y medio para que los locales puedan ver, conocer y disfrutar de arte de primer nivel en todos los rincones de la ciudad. Perfecto. Pero el evento que inauguró el lunes 15 de abril generó críticas, enojos y aún siembra dudas. Y, por supuesto, elogios. La Bienal ‘Emplazando Mundos’ es la primera de estas características aquí y pasará a la historia como una de luces y sombras.

‘Mi propuesta, un video en el que aparecía Noriega, fue censurada’, dice Joaquín Rodríguez del Paso, consolidado artista costarricense. ‘Las repercusiones son muchísimo peor de lo que jamás habría podido imaginar: promesas incumplidas, no pago de lo prometido, falta de organización y coordinación a niveles básicos’, cuenta una galerista local a la que muchos artistas llamaron horrorizados. A esto se suma la disidencia extendida con el ‘marco’: ‘Una actividad en el marco del ‘descubrimiento del Mar del Sur’, un ‘descubrimiento’ que es un insulto para todos los indígenas del mundo’, acota el artista Miguel Fábrega.

‘Lo más grave es que el Estado ha gastado una exorbitante suma de dinero’, agrega la galerista panameña Adrienne Samos. Un presupuesto que no fue revelado por la alcaldía, a cargo de la organización.

Los defensores atajan: las críticas intentan destruir un esfuerzo descomunal.

En este escenario, La Estrella intenta reflexionar y aportar con un informe que eche luz a tanta sombra: ¿cómo se administró el dinero que el Estado invirtió en la actividad? ¿Qué percepción tienen del evento los artistas y especialistas convocados? ¿Cuán abierta y convocante fue la Bienal? ¿Cómo podrían aprovecharse mejor estas inversiones y oportunidades?

Para eso, consultamos a experimentadas personalidades de la cultura local, gestores, artistas y, por supuesto, los organizadores. Los balances terminarán de tomar forma una vez que el tiempo pase, pero aquí hay algo para aportar.

ZONA CRÍTICA

El listado de errores parece un derrotero imposible de remontar: la renuncia del equipo de curadores cubanos en plena organización, a mediados de enero; el rechazo de participación de gran cantidad de artistas panameños; la logística de la organización; el contexto real e histórico de la bienal; la deportación del reconocido artista chileno Bernardo Oyarzún, el pasado 8 de abril, y otras historias.

Las dudas iniciales giraron entorno a la responsable del evento, la galerista Luz Botero, y el ‘descubrimiento del Mar del Sur’ como marco: ‘Cuando hace meses muchos de los más reconocidos artistas locales (gran parte de ellos con experiencia en bienales y otros eventos artísticos internacionales) recibieron una carta de invitación para participar, reinó entre ellos el escepticismo: Una galerista (o sea una persona que se dedica a vender arte), sin ninguna trayectoria en gestión de proyectos culturales en Panamá, para casi todos desconocida en la escena artística local, les proponía participar en un mega-evento nunca antes visto. Uno que además llevaba el sello de la Alcaldía de Panamá y que se llevaría a cabo ‘en el marco de la celebración del Quinto Centenario del Descubrimiento del Mar del Sur’, coctel que olía a oportunismo y politiquería y que se asociaba a una conmemoración altamente impopular entre la comunidad artística e intelectual del país. Esas son, en parte, las razones por las que el porcentaje de artistas panameños es tan bajo’, apunta un experimentado gestor cultural de Panamá.

Luego vino la renuncia de los curadores cubanos contratados. En octubre del año pasado, Lilian Llanes, Nelson Herrera Ysla y José Manuel Noceda, con más de 20 años de trabajar en la Bienal de La Habana, fueron invitados para ser parte de la Bienal del Sur. En enero renunciaron. En la misiva que envió uno de los curadores a La Estrella desde La Habana, explica: ‘Desistimos por discrepancias en cuanto al método de trabajo propuesto y llevado a cabo por la directora Botero. Los desencuentros con ella, en varias ocasiones, fueron de toda índole y por eso estimamos que no debíamos seguir colaborando con alguien que no entiende el papel del curador en este tipo de evento internacional’.

El curador y crítico de arte Nelson Herrera lamentó ‘haber entusiasmado a muy buenos artistas de Latinoamérica y el Caribe, quienes depositaron su confianza en nosotros’, y agregó: ‘Nuestro papel como curadores nos fue escamoteado por la señora Botero, pues, entre otras cosas, eliminó de la lista inicial a varios artistas sin una fundamentación rigurosa, y añadió a otros artistas sin nuestro consentimiento, lo cual originaba incertidumbre acerca de quiénes realmente conformarían la lista oficial’.

Y, después, llegó la deportación del artista chileno Bernardo Oyarzún. ‘Fue muy bochornoso, la policía no me dejó entrar por no tener quinientos dólares en mi bolsillo y me deportaron a mi país. Me retuvieron todo el día y me llevaron al avión con vigilancia policial como a un delincuente. Una situación vergonzosa e inolvidable’, contó Oyarzún .

Finalmente, trascendió que hubo artistas que no tuvieron los elementos necesarios para las instalaciones y algunos que tuvieron que afrontar los gastos del hotel, cuando desde la organización habían prometido costearlos.

¿UNA OPORTUNIDAD?

La directora de la Bienal del Sur elegida por la alcadesa Roxana Méndez es, ya se dijo, Luz Botero. Ella se defendió de las críticas: ‘Creo que se trata de una campaña de desprestigio, de molestia por mi trabajo y la bienal de los panameños’.

Según Botero, ella envió las invitaciones personalizadas a todos las galerías y a más de 180 artistas del país. ‘Las tengo en mi base de datos e incluso a los dueños y artistas panameños los invité a un desayuno en dos ocasiones en el Ocean Trump pagado por mi cuenta, pero la única persona que asistió fue el galerista Carlos Weil’, aseguró Botero.

‘Es una lástima la poca presencia de los artistas nacionales. Yo quería que hubieran más panameños por tratarse del país anfitrión, pero admito que no soy la culpable porque personalmente reenvié múltiples correos a los artistas y pocos se sumaron’ aclaró.

La director reconoció y dejó claro que tuvieron problemas de logística con los curadores cubanos: ‘Les expliqué que no quería hacer una bienal mundial y no exclusivamente latinoamericana, y se mal interpretaron las cosas. En toda organización hay margen de error y yo sé reconocerlos’, afirmó.

Alicia Viteri, quien presentó la instalación ‘Espacios pictóricos’, también defendió el evento: ‘Reconozco que Luz Botero se metió en ‘camisa de once varas’, pero decidí participar porque la idea era que más artistas panameños y panameñas se sumaran y no se restaran’.

También Sandra Eleta, que presentó la propuesta sobre diablos rojos y contó que la bienal le ha parecido ‘estupenda’ y que las propuestas internacionales son ‘interesantes y de buena calidad’.

La que evitó hablar fue la alcaldesa Roxana Méndez, que no respondió a las consultas de La Estrella.

APRENDIZAJES

Era una oportunidad gigante. Tener recursos, lugares, voluntad y generar tantas críticas es algo que el ambiente cultural local no se perdona.

‘¿Qué hay detrás de todo esto? ¿Cómo surgen un proyecto tan inverosímil, tan fellinesco, tan millonario y al margen de la gente seria que realmente sabe del tema de arte en Panamá, que han organizado este tipo de eventos y podrían haber aportado muchísimo? ¿Quién gana en algo en lo que parece que todos pierden o por lo menos aquellos con un mínimo de vergüenza e integridad? ¿Puede haber una agenda entre tanto disparate?’, son las preguntas que repiten en la escena cultural. Y que nadie responde en su totalidad.

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