Europa teme que un resultado incierto empuje a Roma a la ingobernabilidad
La canciller Merkel advierte del riesgo de inestabilidad que amenaza a la eurozona
para "El País" digital
Un colegio electoral en Roma. / MASSIMO PERCOSSI (EFE)
Las
tormentas vuelven a Europa, y en esta ocasión no lo hacen por el flanco de los
mercados financieros, sino por el político. Las elecciones italianas han
colocado a la tercera economía de la Eurozona en el foco de todas las miradas.
Tras 15 meses de relativa tranquilidad, los transcurridos desde que el tecnócrata
Mario Monti llegó al poder sin pasar por las urnas, las capitales de la UE contienen la
respiración ante el temor de una reaparición en la vida pública del ex primer
ministro Silvio Berlusconi o, algo peor, que ningún partido obtenga un mandato
claro para dirigir al país en momentos tan difíciles. En Bruselas ningún
responsable político lo admite ante las cámaras, pero la incertidumbre es
evidente. “Los riesgos que se ciernen sobre Europa son ahora mismo sobre todo
de carácter político”, admitían hace poco fuentes del Eurogrupo.
“Hay
sentimientos encontrados. Por una parte se teme la vuelta de Berlusconi, y
sobre todo si llega de la mano de la Liga Norte. Pero aún genera más inquietud
la posibilidad de que tras la resaca de las elecciones, Italia amanezca como un
país ingobernable”, señalan fuentes comunitarias, las mismas que resumen así el
sentimiento generalizado: “Si el mal tiene que ganar, por lo menos que lo haga
de una forma rotunda para garantizar la estabilidad”.
La
aritmética electoral italiana es complicada. La candidatura
auspiciada por Mario Monti, el hombre de Bruselas y Berlín en Roma, se ha desplomado en las
encuestas. Y el favorito,
Pier Luigi Bersani (centro-izquierda), asiste impávido al ascenso de la
opción antipolítica del cómico reconvertido en candidato Beppe Grillo. Su reivindicación de una Italia
fuera del euro genera en la capital europea aún más urticaria que la vuelta de
Berlusconi, al que
se le reprocha su inacción en un momento en el que Italia ardía en los
mercados, con una prima de riesgo que llegó a estar por encima de la española.
Mientras,
Alemania no oculta sus simpatías políticas ni, sobre todo, su rechazo a
Berlusconi, en cuya caída
y sustitución por Monti Angela Merkel tuvo un papel nada desdeñable. En una entrevista publicada el
jueves, la canciller recordó que “es cosa de los italianos elegir a su
Gobierno”, de modo que ella no va “a opinar ni a recomendar” nada. Eso sí,
destacó que “las reformas que ha puesto en marcha Italia en los últimos meses
han devuelto al país mucha confianza internacional”. Semanas antes de este poco
logrado intento de cautela por parte de la democristiana Merkel, su ministro de
Exteriores, el liberal Guido Westerwelle, había advertido de que no acepta “que
se use a Alemania como objeto de una campaña populista” por parte de Silvio
Berlusconi. Más
recientemente, Westerwelle instó a “quien quiera que forme el futuro Gobierno
italiano a continuar la línea europeísta y las reformas” del actual Ejecutivo.
El
temor de Berlín es que Roma vuelva a convertirse en el país impredecible de los
últimos años del magnate de los medios de comunicación Berlusconi. Sus desafíos
a los acuerdos europeos y la ruptura de su palabra, tras obtener ventajas
negociadoras siguen frescos en la memoria de Merkel y Westerwelle, que advierte
de las “serias dificultades” que amenazan a Italia y al conjunto de la
eurozona. “Si se interrumpieran las reformas, estaríamos ante una situación muy
peligrosa” para Europa, añadió.
Son
opiniones previsibles en el contenido, pero sorprendentes por su nulo sentido
de la oportunidad. Como en el
caso de las pasadas elecciones griegas, las recomendaciones alemanas en contra de un
candidato solo pueden servir para hinchar sus velas en la recta final. Alemania
es vista en Italia —igual que en Grecia o en España— como el país impulsor de
la política europea de austeridad que ha llevado a los drásticos recortes de
las prestaciones sociales y de otros gastos públicos. Para muchos italianos que
coqueteaban con la idea de votar a Berlusconi este fin de semana, las
declaraciones de los dirigentes alemanes serán más un acicate que una disuasión.
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