martes, 15 de mayo de 2012


"Saloleaks" en la (anti) política panameña

Paco Gómez Nadal

Salomón Shamah Zuchin ministro de turísmo
 

Es fascinante el caso de Salomón Shamah, Salo para los amigos. En primer lugar, porque su carrera vertiginosa hacia el poder está pavimentada de la nada. Una historia insulsa, discotequera y noctámbula que lo hizo esperar hasta los 37 años para graduarse como abogado en la USMA en un conveniente degree washing (¿eso existirá?); una buena frase para su amo; alguna conexión en la sacrosanta comunidad, y ya: ministro de Turismo sin cartera, extranjero con permiso para disparar dardos a quien su amo mande y hombre al que nadie ni nada toca.

Segundo, porque Salo ha tenido la habilidad de hacer que se olviden todos los cadáveres que guarda en el clóset, del mismo modo que su amo convierte cada escándalo personal en un complot internacional contra su estupenda gestión.

Salo ha vuelto y lo ha hecho con ganas. “Yo fui quien diseñó la cuña”, de mal gusto y poca inteligencia contra el amnésico vicepresidente, afirmó el responsable de Turismo y, en sus ratos libres, sparring de la oposición para no exponer a su presidente (que cuando abre la boca suele meter la pata, algo autorizado en su gobierno). Dice Salo que el video es veraz, que son las pruebas para denunciar a Varela ante la justicia y ahí demuestra su poca habilidad, porque si unas cuantas fotos del vice con Lavítola es prueba de su delito, entonces Martinelli sería condenado a cadena perpetua.

En todo caso, yo le recomendaría a Salo que no se acerque a tribunales que no sean panameños. En los del país aún puede respirar tranquilo, porque su gobierno los teledirige, pero fuera él tiene varios problemitas. El primero es su relación con el tráfico de drogas y armas, tal y como dos servicios de seguridad extranjeros (Colombia y Estados Unidos) lo han reseñado con detalle. Claro, que parafraseando al Presidente, se le podría decir a Salo: “Lo respeto mucho, lo quiero mucho y ojalá no caiga otra vez en el flagelo de las...” [Martinelli dixit]. Por algo el ministro de Turismo no puede promocionar a Panamá en Estados Unidos, porque ese país le retiró la visa. El segundo problemita sería si alguien saca a relucir su supuesto “trabajo” como correo de David Murcia, un pájaro de cuidado que embarró a media clase política del país, pero que está pagando él solo todas las penas. Por último, si algún tribunal del patio funcionara este señor estaría condenado por calumniar a diestro y siniestro.

Martinelli tuvo la tentación de deshacerse de él en mayo de 2011, cuando los escándalos sobre Salo se multiplicaban. Incluso llegó a decir que “lo que va a la ATP es una mujer”: una nueva metida de pata que la oficina de prensa de Presidencia deshizo de una manera bastante poco creíble. Optaron por enfriar todo y seguir comprando medios, para que el bueno de Salo no perdiera el mejor empleo de su vida.

No es fácil prescindir de él. Martinelli ha utilizado a la santa trinidad (Mulino-Cortés-Salo) para dar las peleas más feas, para atacar a sus contrincantes, para difamar y provocar. Salo lo ha hecho de propia voz y a través de su creatividad audiovisual. Tiene el descaro de declararse “independiente” y no conoce el concepto “conflicto de interés”.

Se me ocurre que la única manera de acabar con esta forma barriobajera de hacer política está en manos de los pocos periodistas y medios independientes del país. Imagínense que nadie grabara o reprodujera palabras de Shamah o de Cortés o de Mulino si no se refieren de forma exclusiva a asuntos de su competencia como servidores públicos; imaginen que ningún canal de televisión pautara spots de ataque al contrincante, vengan de donde vengan... así igual se tranquilizaba monseñor Ulloa, quien tiene razones de estar preocupado ante el tono de esta eterna campaña electoral que forma parte de la estrategia de Martinelli y los suyos (esa es la lección número uno del populismo: nunca se acaba la campaña electoral).

Salo entró el viernes a calentar más la pelea y Varela y los suyos entran al trapo como toros desbocados. Deben llevar cuidado, porque también tiene el rabo de paja. Escuchar al vicepresidente decir que “Martinelli se debe al pueblo y no a sus recursos económicos” es asistir a un ejercicio de cinismo innecesario; aguantarse a los ofendidos panameñistas ahora cuando fueron cómplices durante dos años de las mayores aberraciones es denigrante para ese pueblo con el que se llenan la boca (y los bolsillos). Recuperemos la memoria, recuperemos la dignidad. El “Saloleaks” es el mejor ejemplo de cómo se practica la (anti) política en el país, pero hay que evitar que el ruido que provoca no nos deje pensar y actuar con inteligencia.

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